Es impactante cómo la historia en contextos como la filosofía, cultura y religión ha tratado y aún en la iglesia, trata a la mujer.
Hay que educar a ambos géneros empezando desde una edad temprana en el respeto e igualdad para construir una sociedad donde la dignidad humana sea la prioridad.
Aceptar que somos diferentes es parte de nuestra humanidad, pero esto no puede afectar ni a nuestra dignidad, ni a nuestros derechos.
La igualdad debe ser un principio rector en todas las interacciones; no es solo un problema femenino; es un problema social que nos afecta a tod@s. Debemos comprometernos a ser agentes de cambio creando espacios donde todas las voces sean escuchadas.
Tenemos que actuar desde la esperanza, tanto para noso@s como para las futuras generaciones.
Hay que trabajar contra el miedo que se siente hacia la iglesia y comprendo que es un desafío importante, pero hay que plantar cara. No podemos seguir siempre con el temor al castigo. No somos niñ@s, somos varones y mujeres con derecho al respeto y a la libertad.