La salvación de Dios, no tiene fronteras, todos los seres humanos somos llamados a formar parte de su pueblo, sin ningún tipo de condición. Esta presencia de los Reyes universalizan la salvación, no es exclusiva de nadie, sino que es de todos. Es la búsqueda de Dios, símbolo de cada hombre y mujer, es la llamada, un reto y un desafío dentro de la iglesia, pero la iglesia, no admite que como mujer, pueda ser consagrada a las ordenes para oficiar la eucaristía, para ejercer el apostolado, etc, porque hay un punto el 1414 del Decreto Graciano, escrito en el siglo XII, en el que ni tan siquiera se me permite ser imagen de Dios, ratificado en el canon 1024 que dice que todo varón bautizado puede acceder a ser diácono o presbítero.
La iglesia, me niega, seguir mi vocación, mi llamada por unas absurdas leyes que lo vulneran todo y que los grandes jerarcas hacen oídos sordos con absurdas excusas como que Jesús era varón. No fue engendrado en una mujer que aceptó humildemente el mandato de Jesús aún sabiendo que podía sufrir duras consecuencias?, es que yo no formo parte de los planes de Dios?, es que Jesús no se rodeaba de mujeres, que le siguieron en su vida?. Si Dios no nos hubiera tenido en cuenta a las mujeres en la creación, María no hubiera existido, entonces,¿ cómo hubiera nacido Jesús?,¿ quien le hubiera fecundado?. Mi humilde petición en esta fiesta, como niña, como mujer, como humana, pido al niño Dios a través de esos hombres que siguieron la estrella para hacer la voluntad de Dios, que me permitan ser una persona con todos los derechos perteneciente a la iglesia, donde pueda llevar a cabo mi vocación presbiteral, no voy a herir a nadie, no voy a hacer daño a nadie, simplemente pretendo llevar su palabra y su amor a los que lo necesitan, llevando una vida de entrega y de paz.
No pierdo mi esperanza, ni mi ilusión y si la epifanía es la de la venida de Jesús, la Buena nueva, es la revelación de su palabra y es esto lo que expreso en mi carta, que mi petición sea una realidad.