Cuando alguien muy querido muere, se produce un estado de tristeza que te lleva a un silencio profundo donde escuchas en lo más hondo de tu ser, el eco de una voz que te hablaba muchas veces pero que en el momento actual tratas de reproducir una y otra vez en tu interior para que no escape.
He enterrado a todo el núcleo familiar que ha conformado mi vida, pero la última persona que se ha ido, ha dejado un hueco que humanamente hablando, no se llena con nada.
Era una persona exquisita, amiga de sus amigos, generosa en paciencia y tiempo, con una gran capacidad de escucha y que jamás, emitía juicios.
Era equilibrada y paciente, culta y sencilla.
No le ensalzó por haberse ido a la otra orilla, sino porque era alguien con dones especiales regalados por Dios y que transmitía paz y amor por todos sus poros.
Entiendo y creo que está en la luz de Jesús pero me preguntó el motivo por el que se me han ido las personas que más me han querido y entendido, viviendo una soledad que pesa y mucho.
Hoy me siento especialmente reflexiva y no puedo evitar escribirte, aunque ya no estés físicamente aquí. A veces, aún me parece escuchar tu risa y recordar esos momentos que compartimos. La vida ha seguido su curso, pero hay un vacío que solo tú podrías llenar con tu luz y alegría.
Quiero agradecerte por todo lo que significaste para mí. Eras más que una amiga; eras una hermana, un apoyo incondicional en los momentos difíciles y una compañera en las locuras de la vida. Nunca olvidaré nuestras largas charlas, los secretos compartidos y esos planes que hacíamos para el futuro. Me duele saber que esos sueños no se cumplirán juntos, pero atesoro cada recuerdo como un tesoro en mi corazón.
A veces me pregunto cómo estarías viviendo si estuvieras aquí ahora. Imagino que seguirías iluminando la vida de todos a tu alrededor con tu energía contagiosa. Me gustaría pensar que sigues cuidando de nosotros desde donde estés, guiándonos y dándonos fuerzas para seguir adelante.
La vida es un poco más gris sin ti, pero trato de honrarte viviendo con amor y gratitud, tal como tú lo hacías. Siempre recordaré tu valentía y tu capacidad para enfrentar las adversidades con una sonrisa. Me inspiras a ser mejor cada día.
Aunque ya no puedo verte ni abrazarte, sé que siempre estarás en mi corazón. Prometo seguir compartiendo nuestras historias y mantener viva tu memoria en cada rincón de mi vida.
Te extraño mucho. Hasta que nos volvamos a encontrar en la casa del padre.